12.05.2006

Dos artículos de opinión y un enlace interesante

La ley del más fuerte

Antonio Lorenzana Bermejo

No nos engañemos. Los niños, por lo general, son seres crueles. Naturaleza obliga. Pero los niños, por lo común, son crueles por necesidad. Los hay que no, algún caso hay documentado; y los hay que sí, que lo son por gusto y estos no se enderezan en la vida y se mueren siendo unos verdaderos hijos de su madre con todas las letras.

No nos engañemos. En clase es inevitable tener que meterse con “el rarito”. Sólo te quedan dos opciones: te ríes de él y te sumas a las hordas de los que se pasan la vida ejerciendo de pulgas para perro flaco, o te quedas mirando cómo se meten con él sin hacer nada, que es otra manera de agredir; pero mucho más cómoda.

Es lo que hace la mayoría, el gran rebaño: quedarse mirando, con media sonrisa o con sonrisa entera, agradeciendo que la cosa no vaya con ellos. Lo que nunca puedes hacer es ponerte de parte “del rarito” y en contra del grupo de moscas cojoneras, porque entonces ya estás listo; entonces tú también pillas.

El ser humano, cuando se ríe, que es algo que sólo hacemos los humanos, enseña los dientes. Cuando se ríen de uno en la cara, es como si una jauría de lobos te enseñara los dientes. Te quieres morir. Y algunos se mueren.

Los niños no se ríen de los niños que son diferentes. Los niños se ríen de los que se muestran débiles; si, además, son “raritos”, miel sobre hojuelas. Pero, créeme, de un zagalote mal encarado con trazas de gorila, por más “rarito” que parezca, no se ríe en su cara ni el más “pintao”.

Los niños que se ríen de los más débiles no son imbéciles. Son sólo eso: niños. Después crecen, maduran. Madurar es dejar de reírse de los demás para aprender a reírse de uno mismo.

Los niños que no aprenden esto sí que terminan siendo imbéciles. Lamentablemente el mundo está plagado de imbéciles. Los hay por todas partes: los que se hacen de oro explotando a inmigrantes sin papeles, a mujeres reducidas a mercancía para el fornicio, y a niños que nacieron con un Ángel de la Guarda muerto. También están los que zurran día sí y día no a su mujer porque para eso es suya.

Los que se emperran en imponer sus cuatro estúpidas reglas, que el seso no les da para más, a fuerza de tiro en la nuca y goma dos. Los que con una chapa y uniforme se ponen La Ley por montera, o los que son capaces de bombardear cualquier país cumpliendo órdenes, así, sin más, obedeciendo sin pensar, sin asumir responsabilidad alguna.

En fin, que donde quiera que mires está plagado de imbéciles machacando a alguien que parece más débil. Y lo peor: la inmensa mayoría de los demás, seguimos ahí, mirándolo todo, sin hacer nada, agradeciendo una vez más que la cosa no vaya con nosotros.


Opinión

No lo "quiero", lo "necesito"

Paula Sayavera

House

En cierta ocasión, una maestra le pidió a un niño con Síndrome de Asperger (SA) que dibujase su casa. El niño lo hizo con todo lujo de detalles. Entonces, la maestra le dijo: “Ahora, ponle una chimenea”. “No hay chimenea en mi casa”. “Da igual, dibuja una chimenea”. “No, no tenemos chimenea en casa”. Ella rompió su dibujo y le dijo: “Ahora empieza de nuevo y dibuja una chimenea”. El niño se echó a llorar. La maestra sólo era capaz de ver que era un desacato a su sacrosanta autoridad. En ningún momento se paró a pensar que ese niño no podía dibujar en su casa algo que en realidad no existe.


Gracias a este monográfico sobre el SA, he descubierto que nunca he formado parte de la población neurotípica (*). No hablamos el mismo idioma. Además, creo que la anormal era la maestra, no el niño.

Cuando yo era niña, los maestros le dijeron a mis padres que no lograría nada en la vida. Descubrí que imitar el comportamiento autista, pasando todo el día metida en mi mundo, era la única forma de que aquellos adultos insensibles me dejaran en paz, porque me daban por imposible. Y así llegué hasta la Universidad, y más allá, donde me topé con personas poderosamente neurotípicas que también trataban de hacer uso de su sacrosanta autoridad. Sin éxito, conmigo.

En un capítulo de la serie HOUSE, la directora del hospital decide retirarle la alfombra de su oficina porque está manchada de sangre. House insiste en que se la devuelva, pero la respuesta siempre es “No”. No parece soportar estar sin su alfombra, y decide no volver a su oficina. Trabajaba fuera (en el pasillo, en la capilla,…). Un colega insinúa a la directora que House es Asperger. “No quiere la alfombra”, le dice. “La necesita”. Eso fue lo único que le hizo recapacitar, y devolvérsela.

Pedir sensibilidad en el ambiente escolar o laboral parece que es como pedir esa alfombra. La respuesta siempre será "No". A no ser que alguien se de cuenta de que algunas personas no "queremos" ese trato sensible individualizado: lo “necesitamos”.

Claro que siempre nos arriesgamos a que venga un neurotípico y nos diga, como a House al final de ese capítulo: "A tí te gustaría ser Asperger para hacer lo que te diera la gana, pero sólo eres un gilipollas".

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*Síndrome del neurotípico:

Es una alteración neurológica caracterizada por la preocupación por los asuntos sociales, la ilusión de superioridad y la obsesión por la conformidad.

Los neurotípicos a menudo asumen que su experiencia en el mundo es o bien la única, o bien la correcta. A los NT les resulta difícil estar solos. Los NT a menudo encuentran intolerable ver pequeñas diferencias en los demás. Cuando están en grupo, los NT son rígidos socialmente, y frecuentemente realizan rituales destructivos, disfuncionales e incluso imposibles como una forma de mantener su identidad de grupo. Los NT encuentran difícil comunicarse directamente, y tienen una incidencia mucho mayor de mentiras comparado con las personas del espectro autista. Se cree que el síndrome NT tiene un origen genético. Las autopsias han mostrado que el cerebro de los NT es más pequeño que el de los individuos autistas y que pueden haber desarrollado en exceso las áreas relacionadas con el comportamiento social.







http://www.kindsein.com/es/14/




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